Reportajes Especiales

UNA LISTA “DE LUJO”, LOS ACUSADOS (3/7 PARTES)

Redacción/Sol Quintana Roo/Sol Yucatán/Sol Campeche/La Opinión de México

Ciudad de México.- La lista de acusados la encabezaba el ex dirigente del PRI Carlos A. Madrazo; el exsecretario particular del expresidente Adolfo López Mateos, Humberto Romero; el exgobernador de Baja California, Braulio Maldonado y la escritora Elena Garro, a quien señaló como intermediaria entre los estudiantes y Madrazo.

Dijo el hidalguense Campos Lemus que en la madrugada del 2 de agosto de 1968 se entrevistó con Elena Garro en presencia de otros dos líderes, Guillermo González Guardado y Sóstenes Tordecillas, entonces alumno de la Escuela Nacional de Medicina y Homeopatía del IPN, y que la escritora les dijo que el movimiento estaba tomando cauces populares y que era necesario que tuviera un líder de prestigio nacional y que éste bien podría ser Carlos A. Madrazo, dispuesto a proporcionar ayuda material.

En la rueda de prensa también estuvieron presentes Guillermo González Guardado y Sóstenes Tordecillas, “pero las autoridades militares sólo permitieron hablar a Sócrates”.

Evidentemente, no concuerda la leyenda con la posible realidad relatada por Rafael Cabrera. ¿Los jefes de comandos de seguridad “estaban prófugos” o arrestados? ¿No que el sinaloense habíase ocultado en la sierra y pasó tanto sufrimiento que perdió la tercera parte de su peso?

Y si el oaxaqueño González hirió gravemente al general José Hernández Toledo, ¿por qué no se le consignó como a los demás líderes ni se le menciona en La Noche de Tlatelolco, por ejemplo?

En cambio, se dedicó gran esfuerzo para desvirtuar su agresión y sobre todo sus declaraciones, que posiblemente habrían derribado estrepitosamente toda la leyenda fabricada por periodistas, escritores, intelectuales, maestros y alumnos destacados, para culpar al Ejército no sólo de “masacrar inocentes”, sino de cumplir órdenes “genocidas” en perjuicio del estudiantado nacional.

Según las distorsionadas versiones de La Noche de Tlatelolco, Gilberto Guevara Niebla —en realidad pudo ser informante de Luis González de Alba, quien se suicidó el 2 de octubre de 2016— comentó ante la escritora Elena Poniatowska que “el punto de vista del gobierno mantiene como único argumento para demostrar la participación de francotiradores, el hecho de que el general José Hernández Toledo resultara herido en las acciones de ese día. Sin embargo, existen algunos detalles significativos que destruyen ese argumento”.

En primer lugar, “el general Hernández Toledo fue herido por la espalda y si consideramos que en el momento de ser alcanzado por la bala se encontraba junto a la Secretaría de Relaciones Exteriores, encaminándose hacia la Plaza de las Tres Culturas, se deduce que el disparo provino de su retaguardia, probablemente de entre sus propios hombres o bien de alguno de los helicópteros que en ese momento colaboraban a la masacre ametrallando desde el aire a la multitud inmovilizada y acorralada”.

En segundo lugar, dijo aparentemente Gilberto Guevara Niebla, “refuerza esta hipótesis el hecho de que el calibre de la bala empleada corresponde a un fusil AR 18, arma novedosa empleada casi exclusivamente por la infantería de Marina de los Estados Unidos en la guerra de Vietnam.

Por otra parte, aunque todavía no se conocen con exactitud las circunstancias en que resultó herido el general Hernández Toledo, la suposición de que los disparos partieron desde algún edificio cercano, y el hecho de que no se conozca quién o quiénes dispararon, obliga a pensar en uno o varios tiradores especializados, seguramente bien entrenados, capaces de asegurar sus disparos desde el primer momento y con la retaguardia perfectamente cubierta.

Todos los departamentos de los edificios cercanos a la Plaza fueron registrados cuidadosamente por el Ejército y la policía, y no se encontraron armas del tipo señalado. Lo anterior, concuerda con el hecho de que los agentes del Batallón Olimpia dispararon también sobre las tropas que se acercaban o que estaban en la Plaza en ese momento”.