Redacción/Sol Quintana Roo/Sol Yucatán/Sol Campeche/La Opinión de México
Ciudad de México.- Hay otros miembros de los grupos delictivos: los “halcones”, a los que podría darse el término de “elementos de seguridad y vigilancia”. Su labor consiste en colocarse en puntos estratégicos y vigilar todos los movimientos en la zona. Cualquier persona ajena al lugar es identificada de inmediato y sus movimientos son vigilados palmo a palmo. Cuando descubren cualquier actitud extraña, como preguntas indiscretas o la toma de fotografías, dan la voz de alarma y el extraño es obligado a retirarse.
Uno de los rumores más persistentes, manejado por los mismos tepiteños, es que el tráfico de enervantes en el barrio ha sido y es manejado por la organización de los hermanos Arellano Félix, supuestamente extinguida para las autoridades antidrogas.
Lo cierto es que en el control del territorio, si bien en sus comienzos fue a través de su sobrino Javier Jaramillo Félix –alias “El Nene”– también se siente la presencia del Cártel del Golfo, de los hermanos Carrillo Fuentes (Cártel de Juárez), del Cártel de Sinaloa; de los Beltrán Leyva (“El Ojos”) y a últimas fechas, del Cártel Jalisco Nueva Generación (La Unión Tepito), que ha generado reyertas entre los mismos grupos.
A ello habría que agregar la presencia de mafias extranjeras (coreana, colombiana, italiana y rusa), que también se han aposentado en el lugar desde hace al menos dos décadas.
En la década de los ochenta y principios de los noventa hubo otro grupo muy fuerte, el de los hermanos Juan, Octavio y Paco Méndez Gómez, conocidos como “Los Méndez”, quienes mantuvieron el control del narcotráfico y de otros ilícitos en buena parte del barrio.
Tras el encarcelamiento de Octavio y Paco, y la muerte de Juan, al que llamaban “El Mago”, ese imperio se dividió y redujo hasta que finalmente desaparecieron.
Después surgirían narcos como Jorge Ortíz Reyes, “El Tanque”; Fidel Camarillo Salas, “El Papirín”; Roberto Fabián Miranda, “El Betito”; Francisco Javier Hernández Gómez, “Pancho Cayagua”; Hugo Alberto Rojas Pérez, “Hugo Bocinas”; Gilberto Gutiérrez Pérez, “Beto Pelotas”; que serían más sanguinarios que los anteriores. Algunos fueron abatidos y otros capturados, quienes purgan condenas de 150 y hasta 230 años de cárcel.
De acuerdo con reportes de inteligencia, actualmente no hay una sola cabeza a la que pueda atribuírsele el control absoluto del tráfico de drogas y de armas. Se trata de varios sujetos que, aprovechando el encarcelamiento de anteriores narcos de cierta importancia, se erigieron como sus sucesores, pero de menor jerarquía.
A decir de moradores del barrio, cuyo anonimato resulta obvio, la situación en el barrio es igual, pese a los cambios de gobierno que se han dado.
También dijeron que los grandes narcos reciben el “pitazo” de algún operativo con 48 horas de anticipación. Por lo que al llevarse a cabo el dispositivo policíaco sólo encuentran lo que deciden dejarles para que justifiquen su trabajo, pero ningún golpe de importancia.
“La Fortaleza”, “Los Palomares”, “La Casa Blanca” y diversos inmuebles localizados en Libertad, Jesús Carranza, Estanquillo, Caridad, Granada, Peñón, Panaderos, Circunvalación, Pintores, Hojalateros y Mineros, ya en la colonia Morelos –entre muchos otros más–, son también sitios de distribución de droga.
Pero no se trata de “tienditas” sino de venta al “mayoreo”. Ahí se van a surtir o incluso hay servicio a domicilio, no para los consumidores, sino para aquellos que se dedican al narcomenudeo en otros puntos del Distrito Federal; principalmente en Iztapalapa, Gustavo A. Madero, Tláhuac, Miguel Hidalgo, Coyoacán y Xochimilco.
Así, mientras que para las autoridades la existencia de túneles y bodegas subterráneas sólo son parte del folklore tepiteño, la situación en Tepito sigue siendo la misma, nada más que con diferentes protagonistas, tanto en los cárteles de la droga como en los gobiernos local y federal.
Sin duda que Tepito ha sido botín de políticos, funcionarios, jefes policiales, de la delincuencia organizada y del hampa en todas sus facetas. Cada uno ha sentado sus reales en el populoso barrio. Los tepiteños exigen que dejen de satanizarlos y que los gobiernos, responsables de acabar con esa situación, realmente actúen y terminen con una impunidad creada por ellos mismos.