Redacción/Sol Quintana Roo/Sol Yucatán/Sol Campeche/La Opinión de México
*El inmueble de 15 niveles y cientos de departamentos, ubicado en la Unidad Habitacional Nonoalco Tlatelolco, no soportó los sismos de 1985 y se derrumbó, provocando la muerte de cientos de inquilinos por la caída de losas y paredes, y algunos suicidios por la desesperación
*Con el asesinato del acaudalado contador Raúl Esteban Vega Manzanilla pareció iniciarse la trágica racha de mala suerte del inmueble, que culminó con la destrucción de dos de sus tres módulos durante los terremotos de 1985 y la demolición posterior del último módulo
Ciudad de México.- En el edificio Nuevo León se colocaba una botella en forma horizontal y, por su propio peso y redondez, rodaba lentamente hacia el otro lado de la habitación, como advirtiendo a los inquilinos del gran peligro que significaba la inclinación del enorme inmueble, de 15 niveles y cientos de departamentos, en la Unidad Habitacional Nonoalco Tlatelolco.
Muchos ocupantes del posteriormente llamado “edificio de la muerte” exigieron la reparación urgente y, cuando los administradores pretendieron hacerla, con cierta oportunidad… Cientos de imprudentes se opusieron porque, según rumor, “se aprovecharían las ausencias no sólo para saqueos, sino para expropiaciones”.
Tuvo que intervenir el Ejército para desocupar a fuerza el Nuevo León y que expertos constructores colocaran pilotes para “enderezar” el coloso, lo que funcionaría para tranquilizar a la gente inquieta. Se les explicaba que “no se preocuparan más, nada pasaría, como no había pasado en la Torre de Relaciones Exteriores, también construida con los últimos adelantos tecnológicos”.
Erigido en terreno arcilloso al igual que la Torre de Relaciones Exteriores y muchos otros edificios, el Nuevo León no soportó los sismos de 1985 en la ciudad de México y se derrumbó, provocando la muerte de cientos de inquilinos por la caída de losas y paredes, y algunos suicidios por la desesperación.
La Torre de Relaciones Exteriores se inclinó y, como no queriendo, fue cedida a la UNAM con el pretexto de la fundación de un museo relacionado con el movimiento estudiantil de 1968.
Y con la demolición del módulo que quedaba del Nuevo León, surgieron poco a poco datos importantes que no todo mundo sabe, en relación con el edificio de la muerte.
Señalado también por la mala suerte y por incidentes que podrían considerarse increíbles… A pesar de su veracidad, como opinaría Ripley.
Un niño que aparentemente se comunicaba por telepatía con su madre, supo varias horas antes de la tragedia, “que algo muy malo ocurriría”…pero no pudo explicarlo a su progenitora.
Y los dos módulos del Nuevo León, cuyos pisos fueron derrumbándose en cuestión de segundos durante el sismo, hasta deslizarse hacia un lado, tuvieron sendas momias humanas en sus sótanos.
En otro incidente notable por la mala suerte, un joven perdió a dos de sus hijitos y salvó de una caída mortal a una hija, el 19 de septiembre de 1985 y ya en el cumpleaños de la niña, 22 de marzo de 1986, protegió indirectamente de la muerte a su padre, al estallar una caldera que funcionaba con hidrógeno, frente a Monoico Tlatelolco, pero durante el accidente, falleció su madre, alcanzada por una barda que se derrumbó.
Todavía, cuando el cantante Plácido Domingo decidió entregar dinero a los damnificados del Nuevo León, muchos ambiciosos querían dejar fuera de la lista al desventurado, “porque no estaban seguros de que fuese ex inquilino”.
NUNCA SE ESCLARECIÓ EL CRIMEN DEL EDIFICIO NUEVO LEÓN
*Un joven contador fue asesinado con arma blanca en su lujoso departamento, y al parecer, el crimen no fue esclarecido como ocurría casi siempre que intervenían homosexuales
Ciudad de México.- En el edificio Nuevo León, un joven contador fue asesinado con arma blanca en su lujoso departamento, y al parecer, el crimen no fue esclarecido como ocurría casi siempre que intervenían homosexuales.
Con el asesinato del acaudalado contador Raúl Esteban Vega Manzanilla, en el año 1971, en el edificio Nuevo León, de la Unidad Habitacional Nonoalco-Tlatelolco, pareció iniciarse la trágica racha de mala suerte del inmueble, que culminó con la destrucción de dos de sus tres módulos durante los terremotos de 1985 y la demolición posterior del último módulo.
La policía informó oportunamente, el lunes 5 de abril de 1971, que fue asesinado Raúl de una puñalada en el tórax, tras de una riña en un elevador del Nuevo León y en su departamento de lujo, localizado en el 1007 de la Entrada “D”.
El cuerpo del contador quedó boca abajo en la estancia, según crónica del reportero Jorge Ramos Ramos, diario La Prensa, de la ciudad de México.
Los médicos legistas dijeron que Raúl Esteban recibió un golpe de arma blanca por la espalda y la policía no encontró el instrumento homicida en el departamento. El joven fue descrito como un hombre solitario, a quien frecuentaban muchos amigos y no tenía amigas, la policía encontró revistas de decoración en el escenario del crimen.
Había huellas de sangre desde el décimo piso, hasta la planta baja del Nuevo León, y pese a que una parte del departamento de Vega Manzanilla estaba en desorden, los detectives descartaron el robo como el móvil del asesinato.
Tal vez las cosas no estaban en su lugar porque el contador sostuvo una riña contra su o sus agresores.
El cuerpo parecía haber sido arrastrado desde la entrada hasta el lugar donde lo dejó o lo dejaron los criminales.
El departamento constaba de dos recámaras, una de ellas habilitada como estudio y sala de televisión, la violencia se registró en el comedor, estilo colonial rústico y en la sala, donde los protagonistas escuchaban música de Armando Manzanero, a juzgar por los discos localizados.
El ahora occiso fue identificado por una chequera del Banco de Comercio y credenciales de una escuela bancaria.
María Valencia, propietaria de la Farmacia Valencia, declaró a la policía que era vecina del contador. Y que a las 3:45 horas del lunes 5 de abril de 1971, escuchó ruido en uno de los elevadores, un hombre gritó: “¡Señora!” y después se dejó oír el timbre de alarma del elevador.
Al día siguiente la señora encontró pisadas con sangre en las escaleras, lo que podía indicar que el o los criminales no utilizaron el elevador para huir.
Virginia Rizo Hernández, otra vecina, escuchó ruido en el departamento del contador Raúl Esteban Vega Manzanilla, alguna vitrina cayó, cristales se rompieron, un hombre pidió auxilio, algo pesado se derrumbó y finalmente se dejó oír algo así como el arrastrar de un costal.
La señora Rizo escuchó voces de dos o más hombres, aparte de que las huellas con sangre en las escaleras, parecían pertenecer por lo menos a dos prófugos.
ERA UN CONTADOR YUCATECO
*Una copia fotoestática de la cartilla del Servicio Militar Nacional, los detectives supieron que el contador nació en Mérida, Yucatán, el 4 de diciembre de 1940, era hijo de Esteban Vega y Catalina Manzanilla
Ciudad de México.- Por una copia fotoestática de la cartilla del Servicio Militar Nacional, los detectives supieron que el contador nació en Mérida, Yucatán, el 4 de diciembre de 1940, era hijo de Esteban Vega y Catalina Manzanilla.
Como se recordará, en el edificio Nuevo León, un joven contador fue asesinado con arma blanca en su lujoso departamento, y al parecer, el crimen no fue esclarecido como ocurría casi siempre que intervenían homosexuales.
En una mesilla fueron encontradas algunas huellas digitales, también había documentos de dos personas conocidas del ahora occiso, y en un papel podía leerse: “Acta número 32471/70, 24 de agosto de 1970, iniciada en la décima delegación, Teléfono 583-69-72”. (La policía no dio a conocer de qué trataba el documento).
En la tercera delegación se tomó conocimiento del homicidio y se dijo que difícilmente se resolvería, aunque no se descartaba la posibilidad de que algún vecino proporcionara datos sobre la identidad de los agresores, quienes habrían comenzado el ataque en el elevador del trágico edificio Nuevo León.
Al día siguiente, durante la autopsia de ley en el Servicio Médico Forense, ubicado en la Colonia de los Doctores, de la ciudad de México, se comprobó que Raúl Esteban Vega Manzanilla logró arrancar cabellos a unos de sus agresores, tenía fuertemente asidos esos cabellos en la mano derecha.
Los cabellos tenían color castaño y pertenecían a una persona joven. La policía investigó también que el ahora extinto había asistido a una fiesta en Georgia 130, departamento 103, Colonia Nápoles. De allí habría salido acompañado de Carmen González Carrillo y Julieta Hidalgo, con domicilio en Insurgentes Sur 899.
Ellas hablaron de un sospechoso, jalisciense, quien posiblemente se ocultó en Puerto Vallarta, Jalisco. El presunto era asiduo amigo del hoy desaparecido.
Como para “suavizar” las averiguaciones, se rumoró que el contador “cortejaba, al parecer a una aeromoza atractiva”, aunque los comentarios de inquilinos de Nuevo León aseguraban que nunca, le vieron una novia ni una amiga en el enorme inmueble.
UN CASO SIN RESOLVER
*Los restos del joven contador fueron enviados a Mérida, Yucatán, donde recibieron cristiana sepultura, en medio de gran dolor de sus parientes cercanos
*Hasta donde hubo seguimiento en el caso del crimen, perpetrado en abril de 1971, en el edificio Nuevo León, se dijo que los detectives no pudieron encontrar pistas adecuadas para aclarar el homicidio
Ciudad de México.- Los restos del joven contador fueron enviados a Mérida, Yucatán, donde recibieron cristiana sepultura, en medio de gran dolor de sus parientes cercanos. Hasta donde hubo seguimiento en el caso del crimen, perpetrado en abril de 1971, en el edificio Nuevo León, se dijo que los detectives no pudieron encontrar pistas adecuadas para aclarar el homicidio.
Eso a pesar de que hubiera sido fácil localizar al dueño de los cabellos arrancados por Vega Manzanilla, y que posiblemente era el jalisciense que se ocultó en aquellos tiempos.
Cabe mencionar que la actual inclinación de la ex cancillería mexicana en la Plaza de las Tres Culturas, es un desnivel tan peligroso como el que afectó al edificio Nuevo León en 1985, y que dos unidades laterales y la torre central recibían los últimos arreglos para la inauguración total… Cuando un flamazo provocó pánico y desesperación entre trabajadores y destruyó mobiliario y equipo por varios millones de pesos, el 20 de agosto de 1966.
El ígneo elemento arruinó tres salas para conferencias, tres cabinas que albergaban un costoso equipo electrónico de traducción, parte de una cocina, un local para conferencias de prensa, así como el decorado del salón de plenos.
Había que añadir a las pérdidas 3,200 metros cuadrados de alfombras importadas, 214 sillas, 24 mesas de la mejor calidad, 20 cortinajes, el equipo de aire acondicionado y un caro decorado a base de maderas finas.
El incendio tuvo lugar el sábado, 20 de agosto de 1966, cuando la Unidad Habitacional era nueva, limpia, segura y sus edificios eran orgullo de miles de ciudadanos.
Reporteros de LA PRENSA, en la ciudad de México, informaron que la inauguración general de Relaciones Exteriores estaba programada para el 30 de septiembre del mismo año.
Se había producido un flamazo cuando se daban los últimos toques de barniz y una especie de relámpago recorrió todo el interior del edificio, no estaba instalado el sistema contra incendios y durante cinco horas, bomberos, socorristas de la Cruz Roja y la Verde, así como poco más de cien voluntarios estuvieron combatiendo el fuego. Un obrero sufrió graves quemaduras y se temía por su vida.
“FLAMAZO” QUE CAUSÓ TEMOR Y MIEDO
*El siniestro en el edificio de Relaciones Exteriores estaba principió a las 11.40 horas. Media hora más tarde, la zona de Plaza de las Tres Culturas parecía el lugar más concurrido de la Ciudad de México, por la cantidad de curiosos. Los plafones se desprendían con facilidad por el enorme calor, incluso algunos cayeron sobre socorristas
Ciudad de México.- El siniestro en el edificio de Relaciones Exteriores estaba principió a las 11.40 horas. Media hora más tarde, la zona de Plaza de las Tres Culturas parecía el lugar más concurrido de la Ciudad de México, por la cantidad de curiosos. Los plafones se desprendían con facilidad por el enorme calor, incluso algunos cayeron sobre socorristas.
En las salas dañadas se había celebrado del 19 al 26 de abril de 1966, la primera reunión de la Comisión Preparatoria para la Desnuclearización de la América Latina.
Casi nadie sabía entonces que la Torre de Relaciones Exteriores había sido construida sin una cimentación meticulosamente adecuada al terreno arcilloso de Tlatelolco, y que el edificio Nuevo León se vendría abajo por eso mismo, anteriormente a los inquilinos se les pagó una renta en hoteles cercanos hasta que se “recimentó” el inmueble para “enderezarlo” y en 1985, dos módulos mataron a unas 500 personas al deslizarse inevitablemente por el peso.
En su oportunidad, los diplomáticos presionaron para que les fuera entregado otro edificio y dejaron el inclinado para la UNAM, que proyectaba crear un centro cultural y un Memorial en torno al movimiento estudiantil de 1968.
El riesgo existe aún, quizá sea necesario derruir muchos pisos de la Torre para rescatar lo que se pueda, y no debería descartarse la urgencia de demoler la ex cancillería con explosivos plásticos como en la época de los dramáticos terremotos del 85.
Casualmente, como dato curioso, rescatamos ahora lo que Rubén Mondragón Cantón, de La Prensa, escribió de que en cuanto el “Tlachicotón” levantaba vapor en las numerosas pulquerías de la ciudad de México, desde tiempos inmemoriales, a cual más se creía bandido de Río Frío, venían los “¿qué me ves?”, “lo que quieras”, las cobijas barrían el suelo y surgía el “¡ahí te va eso!”, con afilados puñales.
La Unidad Habitacional Nonoalco-Tlatelolco había surgido de los patios ferroviarios donde destacaba la aduana pulquera y Gregorio Torres Quintero, en su “México hacia el fin del virreinato español”.
Se refería a la violencia en las pulquerías de barrio, “que eran no pocas veces teatros de escenas horrorosas, en que dos tenorios encobijados o dos ebrios enfurecidos por el pulque, con sombreros por escudos y filosos y agudos puñales por armas, se disputaban la vida o rasgaban sus carnes encharcando el piso polvoriento de aquellos sitios abandonados, en los que no había ni un policía ni un farol que pusiera término o alumbrase esas riñas banales y sangrientas”.
El blanco brebaje que salía de Tlatelolco en cientos de barriles, se escanciaba generosamente en “Tornillos”, “Catrinas”, “Jarras” y “Shomas”, servido entre ferrocarrileros por bonachones “jicareros” regordetes, colorados, con pantalones de charro hasta debajo de la cintura, ya que la barriga no permitía subirlos más.
De Apam, Tlamapa o de Ometusco procedían los “caldos” finos, ya que los “ordinarios” o “clachiques” venían de zonas más cercanas a la tierra caliente, de donde depende el sabor.
Cuando salían a relucir los puñales en las pulquerías, se dispersaba la clientela pero cuando reñían “las viejas” era el acabose: se rompían los vestidos, se arrancaban las trenzas o el molote, y todo ello bien rociado con lo mejor del repertorio verdulero, y entre las apuestas, cuchufletas y sombrerazos de los parroquianos, que en vez de ponerlas en paz las animaban y hasta le ofrecían casamiento a la más valiente o a la “ganona”.
Tiempos idos de Tlatelolco y otros sitios pulqueros, en que había inspiración hasta en las fachadas, alegremente decoradas “por los pintores de ollita”, concluía Rubén Mondragón Cantón, entonces militar paracaidista retirado.
CAYÓ EN 1985, PESE A SU REMODELACIÓN
*Se dijo que un equipo de sismólogos de la UNAM creía posible predecir un temblor mediante algún precursor, como son las deformaciones de la superficie del terreno, variaciones en la sismicidad local promedio, cambios en las propiedades físicas de las rocas, en la composición química del agua de los pozos y manantiales, comportamiento anormal de los animales
Ciudad de México.- Volvamos al Tlatelolco moderno, cuyo edificio Nuevo León fue desnivelado por su construcción en terreno arcilloso, “recimentado” por dizque experto que colocaron pilotes y amarres exteriores y que se derrumbó como castillo de naipes en 1985.
Se dijo que un equipo de sismólogos de la UNAM creía posible predecir un temblor mediante algún precursor, como son las deformaciones de la superficie del terreno, variaciones en la sismicidad local promedio, cambios en las propiedades físicas de las rocas, en la composición química del agua de los pozos y manantiales, comportamiento anormal de los animales.
El método aparentemente sólo exigía la disponibilidad de una densa red de sensores que monitoreara constantemente los diferentes parámetros y una cierta experiencia con temblores pasados.
El 4 de febrero de 1975, un temblor en Haicheng, China, fue pronosticado exitosamente cuatro horas antes de su ocurrencia, los sismólogos chinos se basaron en observaciones instrumentales y en el comportamiento anormal de los animales. Pero un año después otro temblor en China no pudo ser pronosticado y dejó una estela de desolación con 655,000 víctimas.
El equipo de sismólogos universitarios seguramente olvidó su teoría en 1985, de monitorear la composición química del agua en pozos y manantiales, pues en junio de 1985, en la laguna Joya, en Yuriria, Guanajuato, el agua “hirvió”, se volvió roja, peces murieron y desaparecieron las nubes de moscos con que se alimentaban las aves locales…
¿Y eso qué?, se preguntará el lector.
Pues que en las lagunas de Yuriria, la llamada Joya, era conocida hacía mucho tiempo—cuando los chichimecas—como Laguna de Sangre y, en 1941, sus aguas de color verde esmeralda, comenzaron a enrojecer y a despedir olor nauseabundo.
Esa ocasión tembló en el Distrito Federal, Jalisco, Estado de México, Colima, Michoacán, Guerrero y Oaxaca.
Ciudad de México.- En el año 1957, las aguas de La Joya enrojecieron y un sismo provocó luto y dolor en la ciudad de México, perdió edificios y vio desplomarse el Ángel de la Independencia.
En el mes de mayo de 1984, La Joya volvió a “advertir” de una tragedia y hubo sismos en amplia zona de California, Estados Unidos y Costa Rica.
En junio de 1985, los lugareños vieron enrojecer las aguas de La Joya, comentaron que se avecinaba un gran sismo, pero ningún elemento del equipo de sismólogos de la UNAM se dio por enterado.
En cambio, un pequeñito, cuya progenitora jamás ha sido entrevistada por científicos de la UNAM, supo horas antes del primer sismo de septiembre negro, que “algo muy malo iba a pasar”.
¿Quién puede negar que si nuestros mejores sismólogos y sicólogos hubieran examinado con respeto, a Gilbertito y a su madre, quizá hubieran podido advertir a la sociedad que “algo muy malo iba a pasar”?
Obviamente, amigo lector, no esperamos que creas en algo que parece de ciencia ficción. Sin embargo, es cierto, aunque tú no lo aceptes, como diría Ripley.
La historia de Gilbertito, como la relató su progenitora hace más de 30 años, comienza cuando el niño se comunicaba con ella de una manera que puede calificarse como telepática.
Al principio, la señora se negaba a creer lo que entendía, porque no parecía ser posible: su hijo le daba a comprender, de un modo misterioso, que tendría problemas al nacer.
Los médicos que atendían a la desconcertada progenitora, (madre de otros menores), no sabían de momento lo que sucedía…hasta que se decidió a confiarles su secreto.
Al escuchar el relato, los médicos sonrieron con escepticismo y al parecer le “demostraron”, mediante el ultrasonido, que no tenía por qué preocuparse, pues su varoncito “venía bien, tal como evidenciaban las imágenes”.
Sin embargo, por alguna razón que no explicó hace poco más de treinta años, la madre de Gilbertito confiaba en “la comunicación” del niño y pidió que se tomaran las precauciones posibles.
Los doctores le prometieron discreción aunque no compartían su inquietud. Ellos procuraban tranquilizarla a base de medicamentos y comentarios, pero, al nacer Gilbertito, dejaron de sonreir con escepticismo: el niño tenía problemas en sus extremidades inferiores y fue necesario dotarlo de una prótesis metálica.
Lo que la afligida madre había entendido a base quizá de telepatía, (no encontramos otra manera de explicarlo), resultó ser tan cierto como otra prueba de los mensajes: el niño sabía a qué hora iba a enfermarse.