Reportajes Especiales

PRESUMÍA SUS CRÍMENES (4/4 PARTES)

*De 1880 a 1888 Francisco Guerrero se jactaba, abiertamente, de sus crímenes dentro del bajo mundo del arrabal; Pero al verse atrapado negó todo…

Redacción/Sol Quintana Roo/Sol Yucatán/Sol Campeche/La Opinión de México 

Ciudad de México.- De 1880 a 1888, durante el Porfiriato, cadáveres de mujeres decapitadas, brutalmente golpeadas y cortadas comenzaron a aparecer en los márgenes del río Consulado.

El 13 de febrero de 1888, Francisco Guerrero fue arrestado por el detective Francisco Chávez, tras haber sido denunciado por varios vecinos, José Montoya, Eulalia González y Lorenza Urrutia, una de sus víctimas llamadas Murcia Gallardo, quien era una mujer pobre dedicada a la prostitución.

A principios de 1888 había sido violada y degollada, su cadáver se encontró a orillas del río Consulado, la última vez en que se le había visto con vida se encontraba en compañía de Francisco Guerrero.

Ya para entonces Guerrero se jactaba abiertamente de sus crímenes dentro del bajo mundo del arrabal. Pero al verse atrapado negó todos los crímenes. Tras la captura de Guerrero, una nueva denuncia se entabló en su contra, era de una mujer llamada Emilia, que lo acusó de violación e intento de homicidio.

Según declararía ella no era prostituta, era lavandera, había sido agredida por Guerrero en la colonia del río Consulado tras regresar de una peregrinación al pueblo de La Santísima cerca de la Villa de Guadalupe. Dándola por muerta la había abandonado en los márgenes del río.

Francisco Guerrero sólo fue condenado por la muerte de Murcia y la agresión a Emilia no se pudo comprobar su responsabilidad en los demás crímenes. En un principio, como dictaban las leyes fue sentenciado a pena de muerte, pero el mismo Porfirio Díaz revocó la sentencia y lo sentenció a 20 años de reclusión en la prisión de San Juan de Uluá. 18 En 1904, por error recibió el indulto.

Pocos años después de haber sido liberado, el 13 de junio de 1908 Francisco Guerrero fue aprehendido por segunda vez por el asesinato de una anciana- que jamás fue identificada plenamente, tan sólo se supo que se llamaba Antonia- a quien ejecutó de la misma manera que a sus otras víctimas.

La mujer apareció degollada a orillas del río Consulado, supuestamente el móvil del asesinato fue que la anciana “lo había hecho enojar”. Fue detenido a una corta distancia del sitio del crimen todavía con las manos ensangrentadas.

En esta ocasión Guerrero había cometido múltiples errores, un niño llamado José Inés Rodríguez había sido testigo de la violación y el asesinato de la anciana, el niño era pastor y estaba arreando a su ganado cerca del río cuando escuchó los gritos de la mujer, se acercó y oculto entre unos matorrales atestiguó todo lo ocurrido, y además dos hermanas apellidadas Solorio vieron a Guerrero limpiarse de la sangre en los brazos, cara y tórax con el agua del río a unos pocos metros de distancia del crimen.

La detención de Guerrero se dio sin mayor alarde, exceptuando porque el suceso atrajo la atención de más de 2 mil espectadores. Fue recluido en la prisión de Lecumberri y sentenciado nuevamente a pena de muerte, esta vez sin que alguna autoridad interviniera. Francisco Guerrero falleció antes de que la sentencia se pudiera cumplir, en 1910 a la edad de 70 años, justamente el año que se desató la Revolución mexicana.

De acuerdo a versiones de la época murió de tuberculosis, otras manejan la tifoidea como causa de su muerte, otras indican que falleció de una contusión craneoencefálica al sufrir un accidente, hasta la fecha no se sabe a ciencia cierta cuál fue la verdadera causa de su muerte, solo se sabe que el signo final de la patología fue una tromboembolia cerebral, fue encontrado inconsciente en su celda, posteriormente fue trasladado al Hospital Juárez donde falleció. Jamás mostró señales de arrepentimiento.