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Pablo Cabañas Díaz / Sol Campeche

Grandes maestros: Luis González y González

Nació en San José de Gracia, Michoacán, (19252017), fue hijo de don Luis González Cárdenas y de doña Josefina, de los mismos apellidos (González Cárdenas). En la escuela de su pueblo aprendió sus primeras letras y en 1938 se trasladó a Guadalajara, donde cursó la secundaria y la preparatoria en el Instituto de Ciencias de los jesuitas; durante esos años recibió la influencia y guía del profesor José Ramírez Flores. En 1943 ingresó a la Facultad de Derecho de la Universidad Autónoma de Guadalajara, cuyos estudios abandonó: “por causas ajenas a su voluntad”.

De 1946 a 1949 estudió historia en El Colegio de México, también realizó estudios en la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM, y en 1952 en el Colegio de Francia en París, donde fue discípulo de Ferdinand Braudel y Claude Bataillon. En la Escuela Nacional de Antropología e Historia obtuvo el grado de maestro en Ciencias Históricas en 1956, con la tesis “La tierra y el indio en la República Restaurada”; fue becario del gobierno de la República de Francia y de la Fundación Rockefeller.

En 1967 El Colegio de México le dio un año sabático para realizar una investigación, y entonces decidió ir a San José de Gracia donde trescientos sesenta y cinco días los pasó hurgando archivos parroquiales y de notarías del rumbo y conversando con la gente del pueblo para que recordara las hazañas suyas y de sus padres. Volvió a la vida ranchera en plan de investigador. Se puso a leer, escuchar y escribir Armida de la Vara –su esposa– limó y mecanografió el trabajo. Fue así como nació su célebre y clásico libro: “Pueblo en vilo o la historia universal de San José de Gracia”, obra fundamental de la microhistoria en nuestro país.

El trabajo realizado en su pueblo se presentó a la junta de profesores, los cuales –de acuerdo a Luis González, tuvieron la amabilidad de leer y darle su más sentido pésame por haber perdido todo un año de mi vida académica, por haber perpetrado de un modo irresponsable una historia a todas luces sin valor alguno. De la reprimenda colectiva se abstuvieron tres figuras muy respetadas: Antonio Alatorre, José Gaos y Daniel Cosío Villegas. Este último, poder tras el trono, hizo que se publicara enseguida. “Pueblo en vilo”  se convirtió en un éxito editorial y su primera edición fue de mil ejemplares. En los años setenta, se reeditó dos veces, la segunda vez con un tiraje de 10 mil  ejemplares, y en 1984 la Secretaría de Educación Pública en su serie “Lecturas Mexicanas” incluyó el título con 50 mil  libros. Este libro fue traducido al inglés y al francés.

La importancia de “Pueblo en vilo”, fue dar una nueva vida a la microhistoria, y la revaloración de la historia regional. Su trayectoria profesional continuó: de 1960 a 1964 fue director de la revista Historia Mexicana, de 1963 a 1965 y de 1970 a 1973 fue director del Centro de Estudios Históricos de El Colegio de México; el 15 de enero de 1979 fundó El Colegio de Michoacán con sede en Zamora, el cual impulsó, organizó y dirigió como presidente hasta mayo de 1985; para 1984 era director del Seminario de Estudios sobre la Revolución Mexicana de El Colegio de México.

Los reconocimientos que recibió fueron: el Premio Haring de la American Historical Association en 1971, el Premio Nacional de Historia, Ciencias Sociales y Filosofía de 1983, las Palmas Académicas de la República de Francia en 1985, la Gran Cruz de Alfonso X el Sabio otorgado por España en 1999, el doctorado honoris causa de la Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo en 2001 y la medalla Belisario Domínguez del Senado de la República el 23 de octubre de 2003. Cuando tenía setenta y seis años, reconoció que se había dispersado mucho en dar conferencias y en prologar libros de historia regional, así que había dejado de escribir. Tenía la idea de hacer un libro que le pensaba llamar “Viaje de ida y vuelta o Viaje redondo”, que sería sobre lo que había visto a lo largo de su vida. El doctor falleció el 13 de diciembre de 2003, en San José de Gracia. Al día siguiente recibió el homenaje póstumo de la comunidad académica y del gobernador de Michoacán Lázaro Cárdenas Batel, y fue inhumado en el cementerio municipal de su pueblo natal.