Reportajes Especiales

LA CONFUSIÓN DE FRANCOTIRADORES (4/7 PARTES)

Redacción/Sol Quintana Roo/Sol Yucatán/La Opinión de México

Ciudad de México.- Ahora notemos otra versión para “disculpar” al oaxaqueño Guillermo González Guardado, convencido colaborador de Carlos A. Madrazo para democratizar al PRI desde el interior del partido.

El escritor Carlos Montemayor escribió en “La Guerrilla Recurrente”, publicado bajo en coedición Proceso-Grijalbo, en 1999, que una emboscada al Ejército “de esta dimensión no la efectuó un pequeño grupo de diez francotiradores. El ataque revela, como lo hemos venido explicando, la acción coordinada de diversos comandos”.

Un diagrama muestra bocetados la mayoría de los edificios de la plaza de Tlatelolco y, “es utilísimo para entender la distribución de los francotiradores y el espacio que dominaban desde sus diversas posiciones”.

El diagrama que ilustra la posición de los francotiradores alrededor de la plaza de las Tres Culturas de Tlatelolco, muestra un triángulo negro con un recuadro que identifica el “lugar donde se exhortó por medio de un megáfono portátil”.

Y se trata, explicó Carlos Montemayor, “del punto donde se situó el general José Hernández Toledo, ahí exhortó a los asistentes al mitin a retirarse”.

Grave error de Montemayor y los que hayan dibujado el diagrama, pues el sitio donde supuestamente estuvo el militar célebre se ubicó frente al templo, sobre las ruinas prehispánicas, en donde nunca hubiera podido llegar el Jeep sobre el que estaba de pie el general Hernández Toledo.

Es evidente que Montemayor cometió esa falla enorme de apreciación, como la mayoría de los que han escrito sobre Tlatelolco y no conocen en realidad la Plaza de las Tres Culturas. El túnel donde se instaló el puesto de mando militar, está media cuadra más allá del templo.

Y de ese puesto salió el general José Hernández Toledo, quien en un Jeep estacionado sobre Prolongación de San Juan de Letrán, subió al techo para exhortar desde ahí a los asistentes al mitin, pues realmente no podía verlos desde nivel de piso.

Pero el escritor Carlos Montemayor añadió que el general fue herido “en la espalda por una bala de alto calibre con trayectoria descendente. Si vemos con detenimiento el diagrama, observaremos que la única línea que se intersecta con el triángulo negro proviene del techo del templo de Santiago Tlatelolco.

El diagrama —según Montemayor— resuelve así un aspecto desconcertante de la agresión contra este militar: el disparo provino de un francotirador apostado en el techo del templo.

Eso relató el escritor, a pesar de que el general Mazón Pineda refiere lo siguiente: “La intensidad del fuego obligó al suscrito y a mi Estado Mayor a permanecer al abrigo del puente, ya que en ese momento no era posible cambiar de ubicación.

Así mismo, en ese momento el general brigadier José Hernández Toledo, quien se desplazaba cerca de mí, exhortando con un magnavoz a las personas civiles para que desalojaran la Plaza, fue herido de gravedad quedando de inmediato fuera de acción”.

Jorge Avilés Randolph, del diario El Universal, reportó que el general José Hernández Toledo, comandante del primer batallón de fusileros paracaidistas, “avanzó con sus tropas hacia el lugar de la reunión, iba acompañado de cuatro hombres, y a cincuenta metros de distancia, seguía un cordón de soldados”.

El general se paró enfrente del sitio de la manifestación, dando la espalda al edificio “Molino del Rey”, donde surgieron bengalas de color verde y fue cuando salió “una ráfaga de ametralladora a espaldas de donde estaban Hernández Toledo y sus hombres, cayendo el general con un disparo que le atravesó, echando sangre por la boca e instantáneamente perdió el conocimiento. Tras una bengala roja se generalizó la balacera”.

Primero, el general nunca avanzó con sus tropas y menos con un cordón de soldados a cincuenta metros de distancia.

Segundo, no fue alcanzado por ninguna ráfaga de ametralladora, sino con tiros del fusil accionado por Guillermo González Guardado, ningún disparo lo atravesó (la bala se fragmentó en 21 partes al chocar con el hueso) y tampoco perdió el conocimiento instantáneamente, él mismo pidió que lo llevaran en auto particular al Hospital Central Militar y le dijo a una enfermera que lo recibió, que “desafortunadamente, creía que ahora sí todo estaba perdido”.