Reportajes Especiales

EL TIRO DE GRACIA (7/7 PARTES)

Modesto García Ramírez, más había tardado en salir de la sala de terapia intensiva que en caer en manos de los federales, que lo colocaron en el puente del Río Nazas y lo fusilaron el 5 de octubre de 1913

Redacción/ Sol Quintana Roo/Sol Yucatán/Sol Campeche/La Opinión de México

Ciudad de México.- Modesto García Ramírez Juárez sintió las balas penetrar en la caja del cuerpo y se derrumbó instantáneamente por la fuerza de los impactos. Calculaba que pasaron de 3 a 5 segundos cuando se acercó alguien y le disparó a la cabeza para que dejara de sufrir, es decir, le aplicó el llamado “tiro de gracia”. El impacto le hizo perder el sentido y los soldados se fueron inmediatamente al considerarlo muerto.

Al terminar la toma de Parral, los compañeros de García Ramírez Juárez notaron que se movía, y sin demasiadas precauciones, lo condujeron al hospital del lugar, en donde los médicos le salvaron la vida, después de varias semanas de combatir a la parca, que insistía en llevárselo.

Al salir del nosocomio se incorporó a la infantería de Tomás Urbina, compadre de Pancho Villa, pero más había tardado en salir de la sala de terapia intensiva que en caer en manos de los federales, que lo colocaron en el puente del Río Nazas y lo fusilaron el 5 de octubre de 1913.

Otra vez el dolor de los proyectiles destrozando partes blandas de su cuerpo y nuevamente el “tiro de gracia” para “rematarlo”. Tal vez tenía demasiado grueso el cráneo porque, por segunda ocasión, la bala ”final” respetó la vida del capitán García. Nuevamente cundió el asombro y en el hospital de Torreón arrancaron al militar de las garras de la muerte.

Restablecido luego de curaciones llamadas “de caballo”, (el capitán creía que le aplicaron pólvora y grasa de cerdo), se agregó a las fuerzas carrancistas en el Estado de Veracruz.
En 1914 fue capturado y consignado a las “tinajas” de San Juan de Ulúa, donde sufrió mucho y fue liberado por las fuerzas del capitán Joaquín Mass, por lo que volvió de nuevo al combate.

En 1919 volvió a ser citado por la muerte, el 8 de julio fue fusilado en la hacienda de Tecuila, tenía 47 años de edad y creyó que hasta ahí llegaba su existencia. Como en las pasadas ocasiones, su cuerpo fue perforado por varias balas y recibió otro “tiro de gracia”.

Los tiradores consideraron que había muerto y se fueron… pero el capitán volvió a salvarse. Diez años pasaron entre curaciones y aparente recuperación. Los sublevados de Escobar aprisionaron a Modesto en la población Martínez de la Torre y todos sugirieron que “no gastaran balas, que sería mejor colgarlo”.

Ya le faltaban algunos dedos de la mano izquierda, volados por proyectiles de malos tiradores. En la cabeza tenía las cicatrices de tres tiros de “gracia”. Los sublevados escogieron un árbol grande, con gruesas ramas, de donde podía pender cualquier cuerpo humano. Los Escobaristas escogieron una cuerda raída y la colocaron al cuello de Modesto.

Alguien sugirió que le atasen las manos y así lo hicieron. A lo lejos se oía el rumor de jinetes al galope. Los rebeldes se pusieron nerviosos y ataron la cuerda a una silla de montar, al primer tirón la soga se reventó y el cuerpo del militar se desplomó, cuando se creía que moriría de asfixia cuando mucho en tres minutos.
Los sublevados se fueron de prisa, no sin comentar que “todavía no le tocaba” al capitán García. Con grueso “tallón” en el cuello, pero prácticamente ileso, el combatiente afortunado se incorporó con precauciones y se fue caminando mientras se quitaba la cuerda que le impedía mover los brazos.

En 1967 las “condecoraciones” que lucía en su cuerpo el capitán Modesto García Ramírez Juárez impresionaban verdaderamente, pero no conmovieron a las autoridades de la Secretaría de la Defensa Nacional, porque, a pesar de haber sido un combatiente esforzado de la causa revolucionaria, el militar casi centenario sufrió mil penalidades por falta de recursos económicos.

Hasta antes de que concluyera el plazo de empadronamiento ciudadano, en 1967, el militar retirado estaba encargado de la oficina ubicada en un supermercado de Insurgentes Norte 1812. Muy atrás había quedado el tiempo del olor a pólvora, polvo en los caminos, caballos briosos en combate, ametralladoras sembradoras de muerte, potentes mosquetones, fusilamientos y “levantamientos” por doquier. F I N