Retropolicíaca

EL PADRE TRAMPITAS: CONSAGRÓ SU VIDA EN LAS ISLAS MARÍAS

  • El padre Juan Manuel Martínez no quiso profesar en un templo católico común. Quería consagrar su vida a aquellos que estuvieran privados de su libertad y, voluntariamente, pidió ser uno más de los reos en las Islas Marías.

Corresponsalías Nacionales/Grupo Sol Corporativo

(Parte dos de siete) 

Ciudad de México.- Luego de haberse ordenado como sacerdote en la Unión Americana, el padre Juan Manuel Martínez regresó a México, pero no quiso profesar en un templo católico común, dijo que consagraría su vida a aquellos que estuvieran privados de su libertad y, voluntariamente, pidió ser uno más de los reos en las Islas Marías, sin distingos, sin diferencias, tan solo un preso más pero entregado a predicar la palabra de Dios.

Su llegada, pero sobre todo se aceptación, no fueron fáciles. Se trataba de hombres que decían haber sido olvidados de Dios, de sanguinarios criminales curtidos en la violencia, que lo menos querían era acogerse a al poder divino.

Así, Juan Manuel, de complexión delgada, pero fuerte, vigorosa, se vio ante hampones y delincuentes a los que no podía dirigirse como lo hacía con la feligresía común. Aprendió que tenía que combinar las bendiciones con palabras altisonantes y una que otra mentada de madre, con la comunión y así poco a poco fue imponiéndose a tan singular grey.

“Nada te turbe, nada te espante, miéntales la madre y sigue adelante”, fue el lema, a manera de jaculatoria, del sacerdote católico Juan Manuel Martínez Macías, que profesó su sacerdocio a lo largo de 37 años, en el penal de las Islas Marías, al que pidió que lo llevaran como voluntario.

Cada vez que flaqueaba en su labor y lo asaltaba el deseo de desistir de su tarea evangelizadora, recordaba las palabras de su madre: “¿para qué quieres la vida, si no se la das a Cristo?”.

Al referirse a sus compañeros de presidio, decía: “Son un poco malitos, un poco ladroncitos, un poco matoncitos, pero también son hijos de Dios” y aclaraba que para convencerlos de ir a misa tenía que recurrir a toda clase de estratagemas, de ahí que los presos comenzaron a llamarle: “El Padre Trampitas”.