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Ciudad de México.- El siguiente robo sonado en el Museo Nacional, se dio aquella Nochebuena en las lujosas instalaciones de Chapultepec, fue realizado con una sencillez sorprendente: dos empleados de cine esperaron que una sala estuviera sola, y a la hora del cambio de guardias, uno de los malhechores se quedó cerca para advertir si había riesgo, mientras el otro se llevaba el Coyote Emplumado, oculto en una bolsa de yute.
El robo fue en febrero y en noviembre fue recuperado el Coyote Emplumado en San Antonio, Texas. La pieza valía doscientos millones de pesos viejos. Un doctor chino, William Lam Chu, había pagado once mil pesos por el hurto. Y dijo que la escultura, que data del año 1450, aproximadamente, “tiene el cuerpo cubierto de pelo en forma de mechones, los que erróneamente se interpretaron como plumas, cuando que en realidad representan lenguas de fuego”.
(A principios de la década de los 70´s, fue hurtada la escultura conocida como El Señor de las Limas, encontrada por niños en una ranchería veracruzana. El robo fue perpetrado en el Museo de Jalapa. Era ofrecida en dos millones de dólares. Los ladrones se asustaron y abandonaron la pieza en un hotel norteamericano, pronto fue devuelta a México).
El 9 de junio de 1989, 42 meses después del “robo del siglo”, la PGR rescató la mayoría de las piezas arqueológicas sustraídas durante la Nochebuena y parte del día de Navidad en 1985.
El supuesto equipo de “nueve profesionales como mínimo”, del que hablaron los periodistas sabihondos que nunca faltan, no existió nunca, fueron dos jóvenes los que entraron al Museo, abrieron vitrinas, seleccionaron los lotes de joyas y salieron como al principio, sin hacer ruido y no se llevaron el botín en helicóptero, jet particular o avión de pasajeros…sino en un auto compacto y viejo.
Las autoridades se apresuraron a declarar que ninguno de los arrestados alcanzaba libertad bajo fianza, porque entre las acusaciones que afrontaban se contaban los delitos de daño a monumentos artísticos y arqueológicos, así como ilícitos contra la salud.
Uno de los dos jóvenes que penetraron al Museo Nacional de Antropología e Historia, se encontraba prófugo aún y llevaba consigo algunas piezas precortesianas.
La Policía Judicial Federal acusó por encubrimiento y delitos contra la salud, a la vedette conocida como “La Princesa Yamal”, Isabel Camila Maceiro.
Carlos Perches Treviño fue señalado como el principal ejecutor del gran robo de Navidad de 1985 y se le acusó también por posesión, suministro, venta y compra de cocaína. Su hermano, Luis, tendría que responder por delitos contra la salud y encubrimiento.
Gari Nathan Shafee Clevenger por lo mismo que Luis Perches Treviño; Juan Castillo Carriles y Hugo Ricardo Pérez Radilla—exempleados del Museo—por encubrimiento y la argentina Cristina Gloria González sería deportada por estancia ilegal en México.
La PGR enfatizó que las 140 piezas arqueológicas iban a ser vendidas, en mil millones de dólares, a traficantes de drogas en Guerrero y Michoacán.
Según las declaraciones de Carlos Perches Treviño, él y Ramón Sardina García (24 y 26 años de edad, respectivamente) visitaron el MNAH no menos de 50 ocasiones y obtuvieron información precisa sobre piezas auténticas y sus copias sin gran valor.
En la Nochebuena saltaron la barda sur del Museo y pudieron comprobar que los guardianes celebraban, sin realizar los acostumbrados rondines, así que la pareja comenzó a “trabajar” sin descanso, apoderándose del Mono de Obsidiana, valuado en diez mil millones de pesos viejos, un pectoral de oro y turquesas, que valía 500 millones de pesos viejos, la máscara de Pacal, etcétera.
Los vigilantes tomaban alcohol y se deseaban Feliz Navidad, cuando los dos muchachos abandonaron el MNAH.
Las 140 piezas fueron trasladadas a Colorines 60, Colonia Jardines de San Mateo…mientras estallaba un escándalo mediático en el que se mencionaba la posibilidad de que el tesoro “estuviera ya en las vitrinas de potentados extranjeros, ante quienes habría sido llevado en avión particular, dada la ventaja en tiempo que tenían los autores del robo del siglo”.
El costal con las joyas estuvo oculto muchos meses en Colorines 60, en un closet casi abandonado, luego Carlos viajó al Estado de Guerrero e hizo amistad con José Serrano, amigo de la vedette La Princesa Yamal. En un restaurante, propiedad de la artista, acordaron los individuos “dar tiempo al tiempo” para que amainara el alboroto por el gran hurto al Museo de Antropología.
Otro narco, Salvador Gutiérrez, “El Cabo”, fue propuesto como intermediario para obtener mil millones de dólares por algo que “valía una o dos veces la deuda externa de México”.
“El Cabo” recibió dos piezas prehispánicas como prueba y a su vez entregó cocaína para revenderla, mientras se formalizaba el negocio de los mil millones de dólares.