DESAFÍO
RAFAEL LORET DE MOLA / SOL CAMPECHE *¡Gracias, Andrés! *Mejor no te Metas El generoso pueblo mexicano, noble incluso ante sus opresores de todos los tiempos, fue acostumbrado a agradecer las obras del gobierno, en cualquiera de sus niveles, presuntamente favorecedoras; de igual manera, llegados los tiempos electorales, cuando las palabras esperanza y cambio son pendones permanentes con divisas de colores distintos, muchos observan la oportunidad para recibir obsequiosos regalos –desde paquetes completos para el béisbol hasta tambores y cornetas destinados a formar “bandas de guerra” que luego sirven para abrir el paso a los candidatos- casi como si se tratara de una navidad política empujada por los trineos de la corrupción.
Lo mismo ahora que las tradiciones amorales de los explotadores desde el poder no se modifican un ápice ni con unos ni con otros. Por ejemplo, los adultos mayores –los más bondadosos entre los nobles- consideran un deber acceder a las urnas para votar por el partido de AMLO como una muestra de reciprocidad por los bonos recibidos –dos mil seiscientos pesos bimestrales-, sin considerar que tales estipendios no salen de los bolsillos personales del mesiánico tabasqueño sino de los impuestos y las recaudaciones que resultan del trabajo de la mayor parte de los mexicanos, incluidos los viejecitos que trabajan todavía luego de ocho décadas de no parar, y no de un reparto con visos de limosnas para compensarlos.
De la misma manera, aun cuando las tres pistas del circo de las vacunas –con animales, por cierto, porque las primeras surgieron a partir de genes de los irracionales; y las posteriores ya con elementos extraídos de las cepas gripales, como la rusa Sputnik y la china Cansino-, se ha extendido una barbaridad con la consabida saturación de la página para solicitarla al superior gobierno –muchos ancianos no pueden entender los mecanismos y si no cuentan con ayuda de los entendidos sencillamente se abstienen-, porque la administración pública se puso en plan de menesterosa, no compró las primeras dosis sino que extendió las manos lastimosamente –el innombrable Trump, en las semanas claves a las elecciones que perdió rotundamente mandó 400 mil vacunas a cambio del apoyo sumiso de AMLO-, para que México fuera considerado entren los países necesitados de donantes, cuestión que rechazaron la OMS y la ONU, mientras nuestro mandatario se jactaba por querer destinar parte de los líquidos recibidos –como los que nos hizo llegar PFIZER-, a las regiones “más pobres” del planeta en un vil alarde de demagogia inexcusable.
Pues bien, no faltan los miserables aduladores del mandatario infeccioso, quien nunca siguió las medidas sanitarias hasta que contaminó a todo el Palacio Nacional, muy insistentes sobre el imperativo de externar nuestra gratitud hacia el nuevo Tlatoani por cada vacuna impuesta. Una barrabasada merecedora de las carcajadas desde la Casa Blanca de Biden hasta el Kremlin de Putin. Solo en México los saltamontes arguyen en darle las gracias al personaje que peor previó y trató a la maldita pandemia hasta convertir al país en un largo desfile de carrozas fúnebres.
¡Gracias, Andrés, por tus habilidades como alquimista! ¡No sabes cuánto alivian a los mexicanos de la ceguera con la que te recibieron en diciembre de 2018, hace veintiséis meses con diez días! Tu demagogia es ya una inmensa fosa clandestina rebosante del cadáver de la llamada 4T. La Anécdota Tiempos no tan lejanos. A la mesa, con varios periodistas amigos, conversé sobre el libro que ya Grijalbo tenía en prensa, “Alcobas de Palacio”, en el cual desnudaba a la célebre “cofradía de la mano caída”. Andrés, entonces presidente nacional del PRD, saltó alterado de su lugar y de pie me aconsejó:
–¡No hagas eso! ¡No te metas con los homosexuales porque son muy peligrosos! Esos sí.
–Al contrario –respondí al adalid de la “honestidad valiente”-, denuncio una artimaña política que los degrada como a tantas mujeres víctimas del machismo intolerable de los hombres público. ¿O no es así?
La discusión no siguió. Solo hubo algunos juicios de valor; luego publiqué la obra y no hubo ningún incidente. No había necesidad de aspavientos cuando se sabe leer.