DEL ABSURDO

Francisco Medina/Sol Campeche
La generación de cristal o la nueva Liga de la decencia
Desde que el periodista Charles M. Blow, de The New York Times, escribió una columna por la nueva imagen de Lola Bunny y recordó los estereotipos de Pepe Le Pew y Speedy González, desde las redes sociales se ha trasladado la lucha de género en los dibujos animados para exigir su cancelación. Ahora le tocó a Miss Piggy de Los Muppets y a la película Vaselina.
Mientras los más jóvenes defendían el retiro de estas caricaturas que perpetúan estereotipos de mediados del siglo XX, los adultos los llamaron “Generación de Papel” o “Generación de Cristal”, acusándolos de quejarse de todo mientras escuchan reggaetón, cuyas letras cosifican y denigran a la mujer, incitan a la violencia y fomentan el machismo que gustan a adolescentes y jóvenes en todo el mundo.
Tras la suspensión de Pepe Le Pew en la secuela de Space Jam y los cuestionamientos a la película Vaselina, el debate sobre estereotipos, racismo, sexismo y “generación de cristal” alcanza a uno de los personajes más conocidos de Los Muppets, Miss Piggy, por ejercer violencia doméstica contra la Rana René, ya que lo agredía en una época donde, según los cibernautas, “no se veía mal que una mujer golpeara a un hombre”, normalizando el abuso y la violencia.
Sobre Pepe Le Pew: Blow escribió: “Agarra y besa a una chica extraña, repetidamente, sin consentimiento y en contra de su voluntad; ella lucha poderosamente para alejarse de él, pero él no la libera y cierra una puerta para evitar que ella pueda escapar. Esto ayuda a enseñar a los niños que ‘no’ en realidad no significa ‘no’, que es parte del ‘juego’, la línea de partida de una lucha por el poder. Las objeciones físicas de la mujer son normales, adorables y graciosas. Ni siquiera le dan a la mujer la capacidad de hablar.”
Respecto a Speedy Gonzalez, señaló que existió en su infancia como promotor de estereotipos a otros grupos raciales. “Speedy Gonzalez, cuyos amigos ayudaron a popularizar el estereotipo corrosivo de los mexicanos borrachos y letárgicos; y Mammy Two Shoes, una criada negra y corpulenta que hablaba con fuerte acento. El racismo debe ser exorcizado de la cultura, incluida, o tal vez especialmente, de la cultura infantil”, afirmó Blow.
Posteriormente, los usuarios del Reino Unido pidieron la cancelación de la película Vaselina (Grease, 1978) que la cadena BBC había transmitido por televisión, pues la acusaron de promover la masculinidad tóxica, el abuso sexual y mal tratar la homosexualidad.
Un antecedente de todo esto fue cuando la productora le quitó el uso de armas a Elmer Fudd, en Looney Tunes por HBO, en respuesta a la violencia en Estados Unidos.
Pero si esto pasa con las caricaturas y Vaselina, que podemos decir de nuestra tan gloriada época de oro del cine mexicano que con toda su dignidad, plasmó parte de la cultura mexicana posrevolucionaria a través de lentes de lujo y escenografías hechas a mano. Una cultura a lo macho, con todos sus matices sexistas y de roles genéricos.
La mujer, solaz del hombre, sin permiso a salirse de su muy determinado papel y concebida como objeto, como paquete y como mucho menos.
En el cine de oro casi todas las mujeres están sometidas a las voluntades de sus maridos, padres, etc. Y si otro hombre quiere tener una relación significativa con ellas tiene que conquistarlas como si fueran una tierra; incluso domarlas como si fueran una criatura salvaje. Por otro lado, cuando el personaje ya está dentro de la relación, el hombre puede tratarla como le venga en gana y puede asegurar que “se le respete” hasta de manera violenta.
De hecho la violencia, la insistencia, la necedad para forzar una relación con una mujer o las condiciones de la misma se celebra: es signo de resistencia, de nobleza, de lucha y hasta poder. Esto es para olvidar y pronto.
Pedro Armendariz, desarrollando un papelazo para una de las películas en el top ten de la Época de Oro, recita en Enamorada a La Doña María Félix: “Por ver otra vez ese chamorro, me aguantaría hasta una cachetada”.
Misma película donde, con todo el amor que el macho protagonista de la historia puede tener hacia una mujer, declama: “¿Qué clase de mujer hubiera sido usted? ¿Una mujerzuela?” para después golpearla hasta tirarla al piso.
Como el título lo anuncia, con todo y todo, La Doña, María Félix, vive envuelta en un inquebrantable enamoramiento hacia este macho mexicano.
En el mismo largometraje de la Época de Oro se observa, en escena continua, a un hombre golpear en los glúteos con la palma de la mano a una mujer que caminaba por la calle, no sin antes decir para sus adentros: “Todos los males nos vienen por las viejas”.
¿Qué visión comunicó durante décadas el cine de la Época de oro? ¿A qué realidad correspondía y enaltecía? ¿Por qué se toma como inmaculado por muchos después de casi un siglo?
El machismo no es excepción en el cine de oro mexicano, sino que representa uno de los elementos más vistosos de su contenido. Las historias que se consagraron como las mejores del cine en la historia de México complacen a caprichos androcentristas de aquella época.
La nostalgia que acompaña al cine mexicano de mediados del siglo XX es tan cuestionable como intocable. Las emociones que evoca y los sentimientos a los que remite, hace un poco más difícil percibir la cantidad de falacias que juegan con total naturalidad en la pantalla.
Lamentablemente, los discursos machistas y sexistas subsisten en este medio audiovisual; quizás ya no en forma, pero sí en esencia.
El lapso temporal que nos separa entre época y época destaca las diferencias entre ambas, por lo que resulta más complicado identificar dichos discursos en un contexto sincrónico.
No obstante, a veces lo más difícil es lo más necesario. Los machos, tal vez, ya no usen sombrero y áspero mostacho, como en la Época de Oro. Tal vez, ahora los machos vistan de traje y corbata o de chanclas y bermudas.
Lo difícil no es identificarlos, sino identificarse a uno mismo. Aceptar las fallas propias, que no son pocas, por más exento que alguien se pueda creer.
Escuchar la lucha de las mujeres, que por algo están gritándole al mundo. Escuchar, razonar y empatizar, para luego aceptar: un paso importante para dar solución al problema, para no tener más machos, ni dentro ni fuera de la pantalla.
En esa misma época dorada del cine mexicano, los pobres son humildes, son sencillos y no tienen tiempo de involucrarse en grandes discusiones. Así, los demás personajes los tratan de forma condescendiente. Es bastante nefasto, especialmente en este país terriblemente marcado por el clasismo y el racismo, donde, por cierto, son precisamente las clases más afectadas las que suelen protestar en contra de las injusticias sociales. Algo para pensar.
En la misma línea el tema de los indígenas, figura extremadamente delicada en el cine de oro y, al mismo tiempo, icónica. Quienes representan a este grupo tienen de dos: o son idealizados en un tono nacionalista, por ser la raza pura, original, los protectores de la tradición; o son tratados como tontos, como incultos, burros y hasta infantiles. Es terrible y más aún porque son siempre representados por las mismas grandes figuras del cine (hasta María Félix y Dolores del Río la hicieron de indias): la parodia es prácticamente inevitable y prueba el gran desconocimiento y falta de respeto a estas comunidades. Eso es para olvidar ahora mismo.
Y qué decir de las telenovelas donde la mayoría de las tramas están llenas de sexismo, machismo, discriminación, y sueños guajiros. Recordemos dramas como “Gutierritos”, Rina, María Isabel, Corona de Lágrimas, El derecho de nacer, Los ricos también lloran, Cuna de lobos, tan solo para mencionar algunas.
¿No creen que ya se está llegando al punto absurdo de cancelar dibujos animados, películas o series de televisión de hace décadas? Pero como siempre hay y habrá gente que se ofenda de cosas que apenas y lo notaron después de mucho tiempo. Estamos en la antesala de una generación de cristal o el renacimiento de la Liga de la decencia.